Durante los últimos 15 años vivió con un balón de oxígeno aferrado a su presente. Dirigentes –o debería decir, malas personas– le hicieron mucho daño escudados en buenas intenciones. Durante gran parte de ese período tuvo dos directorios, uno con reconocimiento nacional y el otro con el aval internacional. Esas tontas riñas terminaron ‘matando’ al deporte, convirtiéndolo en una actividad familiar. Apenas si sobrevivía en los colegios y en una que otra universidad. Se multiplicaron sus deudas.La federación llegó a deberle a la Sunat casi dos millones de soles, que lo dejaron al borde de la agonía. Cansado de tanto sufrimiento, y buscando darle un nuevo giro, las autoridades del Instituto Peruano del Deporte tomaron una drástica, pero aparentemente necesaria, decisión: lo disolvió.
El 27 de diciembre, con 84 años a cuestas, el Consejo Nacional del Deporte firmó su certificado de defunción. Muchos lo recordarán con cariño. Pensar que se fue sin un techo propio, pues la casa que le construyeron, el coliseo Eduardo Dibós de San Borja, se la quitaron por sus malos manejos.
Pero ya tiene sucesor. El IPD firmó la creación de una nueva entidad: la Federación de Baloncesto del Perú, presidida por Óscar Ortigosa, la que espera aglutinar a todos los que amaban al basket y al básquet. Ojalá que lo logre.
Por PATRICK ESPEJO







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